R. M.: Amistades peligrosas y realidades conocidas
¡Rondel! ¿Cómo es que no has venido a comer? Te hemos estado esperando...
¡Ay, amigo, no encontraba la pensión! Ni siquiera ahora sé dónde está.
Pero... si estamos delante de ella, mira la entrada. Apenas he dado dos pasos para salir...
¡No la veo, Martín, no puedo verla!
Ven, ven conmigo, algo raro te ocurre, entremos.
¡No! ¡No me toques! Hazme caso, retrocede esos dos pasos sin mirar hacia atrás y entra de nuevo en la pensión, pero sin tocarme. Temo que si me tocas, mi realidad se hará dueño de la tuya y los dos estaremos perdidos.
Martín, ante la insistencia de Rondel, y aunque muy extrañado, hizo lo que éste le pedía. Dio dos pasos hacia atrás sin dejar de mirar a su amigo y se encontró de nuevo, como esperaba, en el portal de la pensión. Desde ahí ya no veía a Rondel, aunque apenas unas décimas de segundo antes lo tenía delante. Avanzó cauteloso un paso fuera del portal y pudo entrever de nuevo su silueta pero muy borrosa. No dio un paso más, retrocedió hacia el interior de la pensión y se dirigió a su cuarto, pensando que prefería su realidad ya conocida.
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