R. M.: Y el día llegó
Me desperté de repente y no fui capaz de ver nada a mi alrededor. La oscuridad era absoluta, ni estrellas, ni luna, ni siquiera un leve resplandor que pudiese ayudar a mis ojos. Palpé como pude el suelo con mis manos y noté la tierra húmeda. De pronto recordé todo. ¡Malditos canallas! ¡Hasta el ataúd se habían ahorrado! Mis exclamaciones las hice únicamente con el pensamiento, pues debía tener tanta tierra encima que me era imposible poder mover los labios. Me dije que si con el pensamiento podía maldecir, quizá también sería capaz de hacer lo que hombre alguno jamás había intentado, o al menos, lo que nadie había explicado. Me concentré para apartar con el pensamiento la tierra depositada encima de mi cuerpo y la tierra se apartó hacia los lados, dejando libres mis movimientos. Me incorporé al instante, con prisa, y entonces oí sonar una campanilla y una voz que decía: ¡Vamos, holgazanes, que ha llegado el día del Juicio Final! ¡A levantarse todo el mundo para ser juzgados!
0 Comments:
Post a Comment
<< Home