Thursday, March 30, 2006

Ignacio: Las migas ciegan mis ojos

Justo había sacado el bizcocho de chocolate al alféizar para que se enfriara cuando el Gran Rostrofingomuñocircus pasó por encima de mi calle lanzando a un lado y al otro de su nube voladora pastelillos y hojaldres como quien avienta el grano. Las piezas de bollería caían de lo alto, rebotando por las tejas y cornisas, disgregándose en migas que caían al suelo como un fina lluvia. Unas cuantas cayeron sobre mi bizcocho, lo que no me gustó. Comencé a quitarlas, pero me vio desde su nube y comenzó a gritarme.

-¡Estoy harto de compartir mis obras con una pandilla de gañanes sin paladar, de lanzar mis margaritas a los puercos, de dar miel a bocas de asnos! ¿Por qué no te comes esas piezas de billería, lo más selecto de mi producción? ¿Por qué no me dices lo que te parecen?

-Si tanto te interesa la opinión de los demás, no les faltes al respeto. Yo cocino para mí, y si algún amigo quiere, está invitado. Pero no me meto en compromisos y críticas gastronómicas que me quitarían tiempo de donde quiero estar, que es en la cocina. Está bien eso, de vez en cuando, de compartir recetas y de comparar texturas, pero sólo de vez en cuando. No nos desterramos a esta colonia alejada, no dimos la espalda a la sociedad humana de la línea y forma física, al reino de lo light, no fundamos Bollotopia para andar con ceremonias. Sólo para cocinar, todos los días, y para lo relacionado, de vez en cuando. Ojalá acabes dándote cuenta.

-Pero nunca has querido hablar de recetas conmigo, maldito patán indigno de mi arte.

-¿Y qué puedo decirte? A otro le puedo decir: esta tarta requiere un poco más de horno, esta crema bátela más y no le pongas tanto arrope. Pero contigo no sabía cómo abordar el tema, porque tus pasteles son extraños: no están particularmente mal mezclados, ni horneas mucho ni poco. Es que, sencillamente, por una extraña razón, ¡no me saben a nada! Tal vez porque te gustan más los cumplidos que los fogones...

Una tableta de turrón de alicante me golpeó con fuerza en la frente desde toda aquella altura, y perdí el sentido. Él dijo luego que había sido un accidente, a los pinches que guardaban las puertas. Pasó por allí poco después del incidente, cruzó las puertas sobre su nube voladora, y marchó hacia el desierto, sin que volviéramos a saber de él, sin que le viéramos descender nunca de su nube.

1 Comments:

Blogger Miosotis Abreu said...

Hey, me gusto tu cuento.

Besitos!

11:53 PM  

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