Saturday, March 18, 2006

R. M: Sí, madre, sí


—¡Manuel, hijo! ¡Cómo te estás poniendo de chorizo!

—Lo sé, madre, lo sé.

—¡Lo sé, madre, lo sé! Siempre me respondes lo mismo, pero estás tan gordo que pareces una tinaja. Y lo malo es que ya no puedes salir por la puerta ni para ir a la escuela.

—¿Y qué culpa tengo yo, madre, de que la puerta sea tan estrecha y de no poder salir por ese motivo?

—¿Estrecha? ¡Pero si eres tú el culpable, so bárbaro, que estás tan gordo que no cabes ni en la cama! ¡Yo no te he criado para esto! Pero mira, ahora mismo te pongo solución.

—¿Qué solución, madre?

—Lo vas a ver en seguida. Te voy a recortar por los lados y verás cómo ya podrás pasar por la puerta.

—¿Qué? ¿qué me va a recortar usted por los lados con ese cuchillo?

—Eso es, hijo.

—¡No se atreverá usted, madre!

—¿Qué no me atreveré? Vas a ver tú si me atrevo o no. ¡Ven aquí! ¡No te me escapes, que no puedes ir a ningún sitio!

—¡No, madre, no! ¡no me recorte usted, que me mata! ¿Es que no se da cuenta de la barbaridad que me quiere hacer?

—Vamos a ver. Si dejas de comer chorizo, no te recorto.

—¡Lo dejo, lo dejo! Mire usted, aquí dejo el chorizo y no lo vuelvo a tocar.

—Vale, pero hay que ver, que cada día tenemos la misma historia para que dejes de comer. Como mañana vuelvas a las andadas, te aseguro que entonces si que te recorto de verdad.

—Sí, madre, lo que usted diga, madre, pero déjeme que me termine esa puntita de chorizo que me ha quedado...

—Bueno, pero nada más que la puntita, ¿eh?

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