Saturday, March 11, 2006

R. M.: La invasión


Nota: este relato ha sido concebido al ver la fotografía de dos Galaxias chocando, publicada hoy, 6 de Marzo de 2006, por “El País”.

Cuando los periódicos dieron la noticia, el mundo entero quedó horrorizado. Ningún gobierno habría esperado jamás que nuestro planeta fuese atacado, desde el espacio, por miles de seres que se dirigían hacia la Tierra en formación de ataque. Fotos y más fotos llegaban a las redacciones procedentes de los telescopios, y pronto las fotografías revelaron que, efectivamente, los atacantes eran tropas formadas por miles de individuos. No llegaban en naves, simplemente volaban por el espacio sin escafandras ni protección alguna y en perfecta formación. Día a día pudo verse cómo esas tropas del espacio, así empezó a llamárseles, se acercaban amenazadoramente a gran velocidad. A medida que la distancia hasta nuestro planeta se iba acortando, las fotos revelaban que no eran miles los atacantes como al principio se había calculado... ¡sino que eran millones!

Parecía inconcebible que estuviéramos a punto de ser invadidos por millones de seres procedentes de un espacio lejano, y que llegasen por sus propios medios sin ser transportados por naves, ni plataformas espaciales ni por ingenio alguno. Era evidente que no necesitaban respirar aire como nosotros y que su determinación era invadirnos, pues su trayectoria hacia nuestro planeta no dejaba lugar a ninguna duda.

Todos los Gobiernos mantuvieron largas conferencias para unir sus fuerzas en contra del ataque inminente. Se preveía una larga y feroz lucha por nuestra supervivencia, pues los atacantes llegaban en tan gran número, que cuando entrasen en la Tierra lo harían por miles de lugares distintos. Parecía imposible luchar contra ellos en tantos frentes y poder vencerles. Además, se desconocía su poder, que con seguridad debía ser altamente tecnológico, ya que al parecer no precisaban apoyarse de medios mecánicos visibles para la invasión.

El caos era indescriptible y el terror se había apoderado de las gentes, pues no había lugar en el que poder esconderse, ni sitio alguno al que huir. Las tropas del espacio aterrizarían en todas partes, y eran tantos los atacantes, miles de millones según las últimas noticias, que nada podría hacerse contra ellos.

La gente rezaba, y lo hacían en sus casas y en las iglesias, mientras los ejércitos de todos los países habían tomado posiciones estratégicas en espera de la llegada de los invasores, aunque sabían muy bien que poco podrían hacer para la defensa. A pesar de que todos los ejércitos del mundo se habían preparado para la invasión, sabían que había llegado el fin de nuestra civilización, pues las más recientes noticias acerca del número de atacantes indicaban claramente que su número era inconcebible, muy superior a los quinientos mil millones de seres.

Y llegaron las tropas a nuestros cielos. Era tal la cantidad de seres invasores que el sol se oscureció y la oscuridad reinó en el planeta. Fueron pasando los minutos, y las horas, y nada ocurría más que la tremenda oscuridad reinante. Ningún asaltante bajó a la Tierra, ninguno traspasó nuestra atmósfera.

Los satélites mandaron imágenes, malas imágenes repletas de interferencias debido a los millones de asaltantes que llenaban nuestros cielos, pero, gracias a esas señales, nuestro mundo pudo ver que las tropas del espacio eran... seres sin vida. Las tropas del espacio eran, o habían sido, gentes como nosotros, y había hombres, mujeres y niños pero todos estaban muertos y atrapados por la gravedad de nuestro planeta, orbitando a su alrededor como millones de pequeños satélites, y sus cuerpos y sus facciones rígidas denotaban que llevaban muertos hacía mucho tiempo. El frío del espacio había mantenido incorruptos sus cuerpos.

Más tarde, llegaron otra imágenes transmitidas desde una sonda lejana lanzada hacía años, y cuyas señales no habían podido llegar antes, al ser interceptadas por los millones de cuerpos llegados ante la puerta de nuestra atmósfera. Las imágenes eran terroríficas. Pudo verse dos galaxias chocando entre ellas, se vio perfectamente cómo explotaban y salían despedidos al espacio sus pedazos. La gran masa de esas dos Galaxias fueron despedidas en dirección contraria a la Tierra, y otra, más pequeña, viajó hacia nosotros: los quinientos mil millones de seres muertos por la explosión.

Ahora, los gobiernos tenían ante ellos una dura tarea: cómo poder apartar, o alejar de la Tierra, a quinientos mil millones de cuerpos flotantes orbitando alrededor de nuestro planeta.

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