Saturday, March 11, 2006

R. M.: Trilogía de Rusty


EL MONO QUE SABÍA DEMASIADO

Rusty Crawford salió aquella mañana de su casa dispuesto a dirigirse a la oficina en la que trabajaba desde hacía tres años, pero apenas había pisado la calle se dijo que no soportaba más su vida y que se volvería a la selva.

La historia de Rusty no era una historia cualquiera. Fue cazado cuando tenía tres meses de edad y trasladado al zoo de Boston. Cuando cumplió doce años se escapó de su encierro, se hizo con papeles falsos, se vistió como un humano y buscó trabajo, pero... el trabajo le aburría, y además, en Boston no era fácil encontrar plátanos.

Decidido a todo, rompió sus documentos de identidad tan trabajosamente conseguidos, y por supuesto falsos, se desprendió de la ropa que tanto le molestaba y, dando grandes saltos de alegría por la decisión tomada se dirigió a la costa, dónde pensaba tomar un barco que le pudiese trasladar a su amada selva.

Bien provisto de unos cuantos cocos y unas cuantas raciones de plátanos, escondido en una de las chimeneas de aquel crucero, logró viajar hasta su país natal. Una vez en la selva logró encontrar a sus parientes y se dijo que por fin estaba en casa. Encontró a una monita que le hizo tilín, pero, sin embargo, Rusty ya no pudo ser jamás feliz. La vida sencilla y rústica de la selva le aburría aún más que la oficina de Boston, y es que, Rusty, ya sabía demasiado para ser un simple mono.


LA SOLUCIÓN DE RUSTY

El gran cazador blanco avanzaba con astucia por la selva, con su fusil preparado y dispuesto a dispararlo contra la primera alimaña que se encontrase, cuando oyó que alguien le chistaba.

Asombrado, pues creía encontrarse solo, miró a su alrededor sin ver a nadie. Grandes árboles con largas lianas colgando le rodeaban, pero ni una persona cerca, y no obstante, seguía oyendo cómo alguien chistaba. Pensó que quizá sería algún extraño pájaro, cuando, de repente, apareció ante él un mono haciéndole señas amistosas. El mono se le acercó, le dijo algo al oído y el gran cazador blanco asintió.

Desde ese día, Rusty compagina su vida en la selva con un trabajo en la oficina del cazador. Su horario en la oficina es de 9 a 1 y se pasa la mañana ordenado papeles. No cobra nada por trabajar de escribiente, pero de ese modo logra paliar en parte su nostalgia, se siente útil y vive en la selva con su familia, lo que siempre había deseado.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.


LA HEMBRA

La hembra de Rusty no alcanzaba a comprender el motivo de que su macho, sin dar explicación alguna, desapareciese todas las mañanas. Un día le siguió, pero Rusty se dio cuenta y la amenazó con el puño en alto. No volvió a seguirle, pero para ella siempre fueron un misterio esas idas y venidas.

La hembra era muy apetitosa para otros machos, y ella, aunque nunca aceptó seriamente otras relaciones, se dejaba mimar, lo que era un fastidio para Rusty, quién debía andar a la greña espantando a la competencia, por lo que ideó un plan que puso en práctica.

Un medio día, al regreso de la oficina, apareció en la tribu llevando en una mano un gran pistolón, un Colt automático que había cogido de uno de los cajones del cazador blanco. Los monos, machos y hembras, miraban curiosos aquel objeto desconocido que Rusty llevaba, y éste, una vez rodeado por la gran curiosidad despertada, levantó la mano en la que portaba la pistola, y apuntando al cielo descargó el cargador entero. Al sonar los disparos, que retumbaban con mucha fuerza en la selva, los monos se asustaron tanto, que mientras las hembras se agachaban protegiéndose la cabeza con los brazos, los machos huyeron despavoridos. Uno de los disparos acertó de pleno en un pobre guacamayo que se encontraba situado en lo más alto de un árbol y cayó redondo al suelo, herido de muerte, y entonces, los monos que vieron caer al pájaro, no dudaron de que éste se había muerto del susto.

Rusty, una vez cumplida su misión, devolvió la pistola al día siguiente, pero el cazador blanco ya se había dado cuenta de que la pistola no estaba en el cajón donde él la había guardado. Tan pronto Rusty llegó a la oficina, el cazador le acusó de ladrón. Rusty movía su cabeza hacia uno y otro lado mientras gritaba: ¡Uh, Uh, Uh! gritos que significaban que negaba la acusación, mientras señalaba hacia un rincón en el que había depositado poco antes, y con disimulo, la pistola. El cazador vio la pistola, la tomó en sus manos y se dio cuenta al instante de que no había ni una sola bala en el cargador, pero no comprendiendo lo sucedido dejó de hacer acusaciones, y Rusty retomó su faena diaria con satisfacción.

Desde el día de los disparos ningún macho rondó a su hembra, y si ocasionalmente alguno se acercaba, Rusty extendía una de sus manos, con un dedo dirigido al intruso y gritaba: ¡Pum, Pum, Pum! y con ese simple gesto, y sus gritos, le hacía huir.

Rusty fue aceptado como el Jefe de su tribu debido al gran poder que había exhibido y que al parecer nunca le abandonaba.

Por fin, después de tantos años, fue feliz al considerarse importante en su propia tribu, pero el mono que en Boston se hizo llamar, un día ya lejano, como Rusty Crawford, sabía que todo se lo debía a su portentosa inteligencia.

1 Comments:

Blogger El escupidor de palabras said...

Buen post!! te invito a que pases a mi blog, saludos!!

10:06 AM  

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