Saturday, March 11, 2006

Doctor Slump: La habitación 37

El joven de la habitación 37 no quiere que llueva. Le gustaría mucho que saliese el sol, que entrase la luz por la ventana, y quizás escuchar a los pájaros. Hoy es importante para él, así que está atento al parte meteorológico.

Al joven de la habitación 37 le han encontrado lo innombrable. Ayer tenía una vida normal y mañana lo van a operar, así, de pronto. Y no quiere que le lleven abajo en un día gris. Por si es el último.

El joven de la habitación 37 sabe que eso es ponerse en lo peor, que no tiene por qué ser así (y no va a ser así), pero el miedo le atraviesa el pecho como un puñal, baja hasta el estómago y se ensaña. Le martillea las sienes, le nubla la vista y le roba el aire.

El joven de la habitación 37 no es muy original: está pensando lo mismo que todos los que estuvieron antes en su situación. Está repasando su vida, lamentando todo lo que no hizo, o lo que hizo mal. Todo el tiempo desperdiciado estúpidamente, las energías gastadas en frivolidades, las decisiones equivocadas, las que no se llegó a plantear, los pasos que no se atrevió a dar. Cada día que no dedicó a ser feliz se ha convertido ahora en un día perdido, un día no vivido, un tiempo precioso que dejó escapar y que no puede recuperar cuando es más necesario. Los muchos enfados que en aquel momento le parecían tan justificados se ven ridículos; el peso de lo que dejó de hacer por el lastre de la timidez se vuelve insoportable. Los amores que se fueron, los amigos por los que no luchó, incluso los hijos que nunca quiso tener; en fin, ¿para qué seguir? Es inevitable, el proceso habitual; todo lo dicho, lo callado, lo actuado, lo omitido es revisado y corregido mentalmente. Revisado y corregido inútilmente.

Porque el joven de la habitación 37 sabe que si sale de mañana (y saldrá) no va a cambiar su forma de ser, que su carácter es muy tirano. Y que no ha nacido para aventurero, que irá a trabajar a diario a la oficina para pagarse una vida mediocre a su medida. No, no es otra vida lo que quiere sino continuar ésta, seguir respirando, caminando, errando, pero sin fecha de caducidad. Los resultados de las pruebas que le harán después de la operación le dirán si es sólo un susto o el comienzo del fin.

El joven de la habitación 37 no tiene a Dios, y está orgulloso de no haber sido cobarde, de no haberse agarrado a la mentira reconfortante; aunque esa valentía sea en parte culpable del terror que siente ahora. Tampoco es supersticioso. No sabe, por tanto, a quién le pide que por favor por favor todo salga bien, que no haya complicaciones en la sala y que le den buenas noticias, que los análisis sean favorables, que pueda tener una previsión de futuro. Mira por la ventana algunas nubes en el cielo, y mientras el hombre del tiempo aparece en pantalla cruza los dedos por un buen pronóstico.

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